Historia de amor
Nahuí (1.4)
Nahuí (1.4)
4 – Presentación.
Pasaron los días. Un jueves encerrada en mi habitación, leía tranquilamente un libro de historias de amor, de esas relaciones desgarradoras donde todo mundo pretende separar a la pareja protagonista, pero al final siempre triunfa el amor verdadero. Mi madre interrumpió mi utopía cuando me llamó muy emocionada; tenía una sorpresa para mí esperando en la sala.
- Nahuí, hija, ven acá, te voy a presentar a un amigo. Él es don Servando Billetales. Saluda. Se educada. – me sorprendió.
- Así es que tú eres Nahuí. Eres más bella en persona que en fotografía – el desconocido murmuró - Dime, ¿te da gusto conocerme?
Yo seguía en blanco.
Yo seguía en blanco.
- Servando, así me pidió que le llamara – señaló mi madre, sonrojada - tiene interés en ti... y me gustaría que se conocieran. Es un hombre respetable, un caballero. Él es dueño de algunos negocios y de varios clubes dentro y fuera de México, superiores a los que acostumbramos ir. Anda hijita, no seas tímida. Saluda.
Me tomó de la mano, orgullosa, como si fuera a saludar al mejor hombre del planeta.
- ¡Ah! e-este qué bueno... me permite, ¡tengo que hacer tarea! – quise esquivar tanta ridiculez, pero esa señora de peinado de salón, cuatro distintos tonos de tinte rubio que no lograban tapar por completo sus canas, vestido de rebaja bien cuidado, portando collares y aretes de perlas de fantasía, bañados en esmalte para uñas para que se vieran como verdaderas, no me dejaría ir así como así.
- ¡Nahuí! Pero que mal educada eres, que vergüenza me das – espetó muy enojada y haciendo teatro – pero no puedo creerlo. Nada más faltaba esto. Tú que te has codeado con la mejor gente del puerto, hoy que conoces a alguien tan importante, rechazas un saludo y te vas. Me dejas en vergüenza. ¿Acaso yo te he enseñado tales majaderías? Pero no creas que esto quedará así…
- No te preocupes, Catalina – interrumpió el señor de mayor edad que yo e incluso que mi madre. Un hombre de estatura baja, complexión robusta, de grueso bigote despeinado, ojos negros saltones y labios gruesos, además con un aliento fuerte a tabaco y de aspecto sudoroso – sólo es una princesa acostumbrada a que el mundo esté a sus pies. Y eso se merece. Yo lograré ganarme su confianza y cariño.
Su mano grande y rasposa rozó mi mejilla izquierda. Me quedé petrificada ante aquel acto de horror y asco.
No sabía qué decir. Seguía en blanco. Sonreí levemente y subí a mi habitación. Cerré la puerta con llave y corrí con los ojos húmedos hasta mi cama.
¿Qué le pasaba a mi mamá? ¿Acaso pensaba que me interesa más el dinero de alguien que el amor? Estaba equivocada. Sólo Helí me importa y creo que es el amor de mi vida, pensaba en ese momento.
Por supuesto que cuando se fue don Servando mi madre subió a mi cuarto y me sermoneó. Volvió a recordarme que soy su vergüenza, que nunca me ha dado tales ejemplos de comportamiento y mil cosas más. Me castigó por varios días. Lo peor fue que en esos días suspendieron las clases en la preparatoria, supuestamente porque había problemas con el precio de los camiones urbanos de la ciudad y los choferes no querían hacer descuento a los estudiantes; estos hicieron un bloqueo por varias calles principales logrando así un caos vial tremendo. Además de que todos los estudiantes, usáramos el servicio urbano o no, nos ganamos el odio de los choferes, todos sin excepción. Aún los estudiantes que no estuvimos presentes el día del movimiento estudiantil. Así pues, en esos días no podía ver a Helí. Y para colmo de males, cuando él llamaba por teléfono, mi madre simplemente colgaba. Y si de casualidad contestaba mi padre, que casi nunca iba a la casa, o la muchacha del servicio, mi madre, no sé cómo aparecía, lograba que colgaran.
Estaba incomunicada.
Mi propio hogar era mi prisión.
(Continúa)
© 2013 Yonshesko Blandela/ Franko Yoshua Pineda
(Historia original: Yonshesko Blandela. Basada en el cómic 'Historia de amor', realizado por Yonshesko Blandela en abril de 2000)
* La historia completa en De tus labios de fuego
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