Sueños Recurrentes II



Sueños recurrentes

II

Heme aquí en la cooperativa del colegio, desayunándome un amargo resultado del examen de Geometría. Mañana lo sabré, pero estoy seguro de que reprobé. No es el primero, y creo, tampoco el último.

Son las diez de la mañana, hace dos horas terminó el tormento. Todos mis compañeros del salón se ven satisfechos. Nunca he sido un alumno brillante, pero tampoco he formado parte de la fila de los reprobados. ¿Por qué demonios no estudié? 

Las siguientes clases se me pasaron en un suspiro. No sé de qué habló el profesor de Historia. En deportes estuve en la banca durante toda la clase. La maestra de Arte se reportó enferma. 

Molesto, regreso a mi habitación. No está ninguno de los tres compañeros que comparten cuarto conmigo. ¿Estarán festejando la hora libre? Eso no lo sé. Además de ‘burro’, soy solitario, callado, tímido… me urge ser amigable, pero llegar a una habitación vacía no ayuda en nada.

Decepcionado me recuesto en mi cama. ¡Qué más da! Coloco mis audífonos en mis orejas. Escucho a mi grupo favorito y cierro los ojos. Un momento de relax no me hará daño.

Abro los ojos, después de un instante vacío. Estoy de nuevo frente a la desviación de la vereda oscura de mi sueño. Esta vez me reciben señalizaciones. Un poste de madera, vieja y roída, clavado en la tierra. Arriba tiene dos flechas, también de madera con leyendas. La primera flecha apunta hacia el camino nebuloso, esta dice: “Después de oscuridad, luz cegadora”. La segunda flecha apunta hacia el bosque, tiene algunas ramas encima. Las quito y logro leer: “Luz clara, luz oscura”. ¡No entiendo nada! Esto no estaba la vez anterior, ni en las otras. Sé que quieren decirme algo, pero ¿qué? ¿Por cuál camino iré? Al primero desconozco. Ni idea que me encontraré allí, es mucho más tenebroso. En el segundo tengo una visita pendiente. Ni hablar, me dirijo al segundo. Ya lo conozco, me será sencillo.

Inicio mi recorrido entre crujidos, pisando ramas secas. Apuro mis pasos, el bosque es oscuro pero la luz de la luna me ayuda a ver un ligero resplandor. Escucho sonidos raros, como ranas croando, pequeños aleteos y el silbido seco del viento. Entre los arbustos veo puntos amarillos que brillan, como pequeños focos que encienden y se apagan, después vuelven a aparecer. ¿Qué es ese otro sonido? Creo que es una risa burlona. La imaginación me está jugando una broma. ¿Me estaré volviendo loco? ¡No! Ahí está de nuevo la risa. Esto me está poniendo los pelos de punta. Me apuro. Busco una rama larga que me sirva de lanza para poder cruzar al otro lado. Estoy a punto de llegar al precipicio donde termina el bosque y frente a mi veo la lanza perfecta. Es lo bastante larga y resistente para apoyarla en el suelo, brincar y alcanzar el otro extremo. ¿Pero qué estoy diciendo? si ni siquiera la ocupo. Sé perfectamente que hay un puente colgando, sólo tengo que ser cuidadoso al cruzar sobre las viejas maderas y no pase lo de la vez anterior. 

Agitado llego al borde. Miro a los costados buscando el puente. Sólo veo niebla. El cielo se pone negro y un relámpago estruendoso aclara mi visión. ¡Lo veo! Corro hacia el puente lo más rápido que puedo. ¡No puede ser va a llover! El cielo parece que se va a quebrar. Los relámpagos se intensifican.

Llego sin complicaciones al inicio del puente. Sé que puedo cruzarlo. Si llueve, no creo que monstruos con alas me detengan. Los pájaros se refugian cuando llueve, estoy seguro. Me sostengo de la cuerda y poso mi pie derecho sobre el primer tablón. ¡Demonios, está lloviendo! Pero eso no me detendrá.

Las tablas crujen y se tornan resbalosas por el agua de la lluvia. El puente empieza a moverse poco a poco. Un viento helado recorre cada poro mojado de mi piel. ¡Lo siento, esta vez no me detendrá nada! Sigo cruzando el puente movedizo procurando pisar tablas macizas. Voy lento, pero seguro. La lluvia empaña mis ojos, casi no logro ver. No es una simple lluvia, es un diluvio. Estoy un poco aturdido por los truenos o el sonido de agua cayendo. Me siento desesperado. ¿Y ese sonido extraño? ¡Ya sé! es el trinado de los pajarracos horrendos. No puede ser. Así o más desdichado. No, esta vez no. Me apuro a cruzar. Aún no veo las alas gigantescas, pero estoy alerta.

Otro relámpago furioso. Estoy empapado. No veo nada. Otro trueno. ¡Demonios los pájaros! La lluvia no los detiene. Vienen hacia mí. Otro trueno. El pájaro líder, que es más grande que los otros, lo reconozco porque tiene un copete de plumas amarillas sobre su frente, grita a los demás y se detiene aleteando en el aire. Los otros aletean y gruñen desesperados. Sin dejar de verlos doy un paso lento hacia otra tabla que está un poco más separada que las demás. El gran pájaro líder clava sus ojos rojos en mí, abre su pico con dientes afilados en forma de sierra, alerta a los demás. De pronto sus gritos y aleteos me aturden. No logro escuchar la lluvia. No me doy cuenta del último trueno en el cielo del cual se desprende un relámpago grueso que ilumina todo mi campo visual. Los pájaros desaparecen de mi vista. Logro cubrirme los ojos entrecerrados con mi brazo izquierdo. En un segundo todo se vuelve blanco intenso, el silencio se apodera del ambiente. Como en cámara lenta me sostengo de una de las cuerdas del puente, pero resbalo hacia la nada. Caigo de nuevo al infinito, ahora lleno de luz…

...


Despierto, sigo en mi habitación. Al parecer estoy solo. Miro el reloj que está en la cómoda, son las seis de la tarde. De pronto descubro que estoy empapado. Pero, ¿qué pasó?


(Continuará...)

'Sueños Recurrentes' © 2014  Yonshesko Blandela/ Franko Yoshua Pineda 
Foto: 'Le voyage' de Anja Stiegler

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