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Sueños Recurrentes IV



Sueños Recurrentes

IV

Faltan quince minutos para las trece horas. Ya casi salimos de este infierno matemático. El profesor insiste en la aritmética y mi mente pide clemencia. Prácticamente estoy dormido, recostado en mi brazo derecho sobre la paleta de mi silla. ¡Qué clase tan más aburrida! ¡Piedad!

Miro el reloj de la pared con mis ojos casi cerrados en su totalidad. Veo borroso. Sé que falta menos tiempo para que termine la clase de matemáticas, pero no logro enfocar mi visión. Vuelvo la mirada hacia el profesor. ¿Qué dice? Me señala ¿Es a mí? Creo que los compañeros de clase han volteado, pero sólo veo sombras coloridas divertidas. Miro a mí alrededor, algo está pasando. La imagen se derrite como trazos de pintura… Ya no sé de mí.


Un grito femenino me despierta. Abro mis ojos y descubro que estoy al borde del precipicio. Frente a mí, entre neblina densa, veo la choza a la cual no he podido acercarme. De pronto, logro ver que sale una joven de vestido largo y cabello negro abundante corriendo aterrada. Algo la persigue. La neblina incrementa. No veo nada. Espero unos segundos a que la neblina se esparza un poco y en ese momento escucho otro grito desgarrador. Es ella. Ella gritó. Busco desesperado el puente colgante para cruzar. ¡Maldición, no lo veo! Será mi tercera oportunidad. Sé que los pájaros vendrán en cuanto pise la primera tabla.

Sigo buscando el puente… ¿Dónde está? ¡Desapareció!

Otro grito. Sin duda aquella joven la está pasando mal. ¡Tengo que ayudarla! Regreso al bosque a buscar algo que me ayude a pasar al otro extremo. Estoy tan desesperado que no sé que hacer. Vuelve a gritar y me pongo mal. ¡Algo pasa!

No hay puente. No puedo cruzar…


 Iker, Iker… 

Escucho mi nombre entre sueños. Medio abro los ojos y entre sombras borrosas vuelvo a escuchar mi nombre de nuevo. Son mis compañeros de clase que me rodean.

 Te has quedado dormido a media clase  me dice el profesor de matemáticas  no es la primera vez joven Pineda.

El profesor está molesto, como puede me levanta del brazo. Yo me incorporo y le digo que ya estoy bien y que puedo llegar solo a la dirección, que es a donde me llevará. Ahora sí, estoy preparado para la expulsión. Mi padre se pondrá furioso. No imagino el castigo que me pondrá. Valiente hijo tiene; no aguanta una aburrida clase de matemáticas completa.

Mientras caminamos por el pasillo del salón de clases hacia la dirección, el profesor me recita el reglamento escolar, una y mil veces. Yo sólo escucho balbuceos. Mi cabeza está en otro mundo. Quiero saber ¿quién es esa joven que grita en mis sueños?

Llegamos a la dirección, espero afuera de la oficina principal. El profesor entra donde el director y le comenta mi caso. Después de algunos minutos la secretaria me dice que pase. Abro la puerta. Pido permiso para pasar. El director, muy serio, me da la bienvenida y me pide que cierre la puerta. No puedo creer que el chismoso de mi profesor de matemáticas me acuse. Maldito amargado, ¡lo odio!, y luego por que los estudiantes detestamos esa materia. El profe me mira de reojo. Se ve que goza con mi sufrimiento. Pero, ¿cuál sufrimiento? En realidad sólo siento coraje con él, las matemáticas me valen un carajo. El director sigue con su recital del reglamento de tan distinguido y reconocido Instituto para varones. Me pide que no vuelva a pasar y que me reincorpore a mis clases faltantes del día. Doy las gracias y me dispongo a irme triunfante, pero en ese segundo mi ‘querido’ profesor me detiene del hombro.

 Esto no puede quedarse así, profesor  dice al director  creo que el joven Pineda necesita un escarmiento. No podemos dejarlo pasar.

¡Maldito villano de los números! ¿Qué le pasa? El director ya dijo que no habría sanción. Giro mi cabeza hacia el director con ojos rabiosos y lo veo muy pensativo. Después de unos segundos el director rompe el silencio.

 Bueno, profesor, entonces tome medidas 

¡Queeeeé! No puede ser. Este señor amargado me pondrá el peor castigo.


Y por supuesto que lo hizo. El próximo fin de semana no tengo permiso de salir y visitar a mi familia. Me quedaré recluido entre cuatro paredes dentro de esta cárcel escolar. Mientras todos mis compañeros disfrutarán de sus días libres, yo me quedaré en el Instituto a hacer labores de limpieza. ¡Demonios!

(Continuará...)


'Sueños Recurrentes' © 2014 y 2015 Yonshesko Blandela/ Franko Yoshua Pineda 
Foto: 'Le voyage' de Anja Stiegler

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