Sueños Recurrentes
V (Corre, corre)
6:00 a.m.
Riiiiiiiiin…
Suena el despertador. ¡Pero, si es tan temprano!
6:30 a.m.
Riiiiiiiiin…
Segunda llamada. ¡Que diablos!
7:00 a.m.
Riiiiiiiiin…
Otra vez. Otro ratito, por favor…
7:30 a.m.
Riiiiiiiiin…
Si vuelve a sonar, tiraré este aparatejo lo más lejos que mi mano sonámbula pueda. Me dormiré un momento, quince minutos…
8:00 a.m.
Riiiiiiiiin…
¡Te odio! Levanto el aparato electrónico con mi mano izquierda, pienso arrojarlo, pero si lo hago y se quiebra, sé que mañana lo ocuparé. La escuela inicia a las nueve. Si duermo otros diez minutos, alcanzaré a arreglarme e irme al colegio sin problema…
9:00 a.m.
Riiiiiiiiin…
¡Maldición! Se me ha hecho tarde. Que pereza. La primera clase es la de Geometría, el profesor no me dejará entrar. ¡No debo reprobar de nuevo! Corre, corre…
Me pongo los pantalones velozmente. La camisa del uniforme tiene una enorme mancha azul que baja desde el hombro hasta el tercer botón del pecho. Ni modo. Es eso o llevarme la camiseta de deportes. La dirección no me lo perdonaría. Regreso a mi opción más viable: camisa con mancha azul.
Ya vestido busco mis zapatos, creo que están bajo la cama. ¡Eureka! Tengo uno, ¿y el otro? Me tumbo en el suelo buscando el par. Nada bajo la cama. Corro hasta el closet, nada. En el cuarto de baño, nada.
Sí, lo entiendo, hoy no es mi día, ni ayer, y quizás tampoco mañana. Soy un ave de mal agüero. La mala suerte me persigue. Y mientras pienso que soy el peor perdedor en la vida, me doy cuenta que ya pasaron veinte minutos. ¡Esto no puede estar peor!
Al fin encuentro el segundo zapato debajo del viejo sillón arrumbado en la esquina de la habitación. Corre, corre…
Entro a la institución casi volando. Sigo de prisa y paso por el pasillo del reloj, el cual marca quince para las diez. Hay sólo una posibilidad de que el profesor me deje entrar a su clase con casi una hora de retraso: que no diera clases el día de hoy, pero estoy seguro de que me dará con la puerta en la nariz.
Respiro profundo y toco la puerta de mi salón de clases. Nadie abre. Vuelvo a tocar. Nada. Me armo de valor y abro la puerta… ¡No hay nadie! El lugar está vacío.
¿Qué es esto, una mala broma?
De pronto siento escalofríos. Una sombra aparece en la pared. Alguien está detrás de mí. Me toca en mi hombro y volteo.
— ¿Pero que hacéis aquí, chaval? — era don Pascual, un anciano español que presume fue militar en su juventud y ahora se dedica a la conserjería del colegio. — Chaval, que no me has respondido, ¿Qué hacéis aquí?
Nervioso le respondo que tenía clases a las nueve y que de seguro el profesor de Geometría habría notado mi presencia. Acepto que no hice mis deberes, pero soy cumplido con todo lo que puedo.
— Pues será hasta mañana, chaval. — Me responde el conserje — Hoy es domingo. No hay clases, zoquete.
¡Demonios! Tiraré ese maldito reloj.
— ¿A dónde vas, tremendo zoquete? — me para en seco, don Pascual.
— Hoy no hay clases. Usted lo ha dicho.
— Exacto, chaval. Pero ahora que lo recuerdo. ¿Qué no eres quien me ayudará con la limpieza? Ah, por supuesto, eres tú. Coge la escoba, el recogedor y algunas bolsas grandes para basura. Tenéis mucho trabajo, pillo.
¡Diablos!
(Continuará...)
'Sueños Recurrentes' © 2014 y 2015 Yonshesko Blandela/ Franko Yoshua Pineda
Foto: 'Le voyage' de Anja Stiegler
Comentarios