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Sueños Recurrentes VI



Sueños Recurrentes

VI

Tremendo castigo me he llevado. Primero el regaño de mi profesor de matemáticas y el director del Instituto, después el de mis padres por no poder ir a visitarlos el fin de semana, y para terminar, quedarme el domingo entero a limpiar media escuela bajo la supervisión militarizada de don Pascual. Hoy es lunes, espero que mi suerte mejore.

Aún es temprano. Recién me he bañado, bajo al comedor, mis compañeros ya me esperan. Dicen que me toca hacer el desayuno. Con toda la actitud positiva con la que he despertado les digo que inmediatamente estará listo. Pongo en la mesa cuatro platos hondos, voy por la caja de cereal, saco la leche de la nevera y sirvo la porción de cada uno.

— ¡Buenos días a todos! — saludo con gran sonrisa llena de ironía.

Aunque a mis compañeros no les hace mucha gracia desayunar cereal con leche la aceptan por que saben que no sé guisar ni un huevo. No les queda de otra. Dulce venganza.

Al terminar, salimos disparados a nuestra primera clase. Por suerte no es la de matemáticas. ¡Que alivio! Llego a mi salón con la novedad de que el profesor de dibujo no ha llegado. Esperamos un rato y nada. Mis compañeros están a punto de tomar el salón entero como campo de batalla. Medio grupo se reúne en una de las esquinas y prepara sus municiones de bolitas de papel. La otra mitad se organiza para hacer algo similar. Yo sigo sentado en el medio, no sé cual grupo pertenecer. Algunos compañeros del primer grupito me llaman con las manos. Otros me gritan que me quite. Pienso que son boberías. ¡Que pereza! No me muevo de mi lugar, y me vale. Aunque a mis compañeros también, puesto que la guerrilla comenzó. Lo sé por que ya se han estrellado dos bolas de papel en mi cabeza. Mejor me quito de aquí. Me levanto de mi asiento y me cubro la cara. Otras bolas se estrellan en mi cuerpo. Creo que soy el blanco. ¡Demonios! 

En el momento que me siento derrotado se abre la puerta del salón. Quito mis manos de mi cabeza y abro los ojos. Veo unos zapatos bien lustrados, y mientras recorro a la persona de pies a cabeza, descubro que es el director parado en la entrada.

— Joven, Pineda — Me dice en un tono serio — ha destacado mucho este semestre, aunque no positivamente. 

Yo sonrío un poco sonrojado.

— Todos, a sus lugares. Vengo a comunicarles que el profesor Jiménez estará fuera de la ciudad lo que resta del semestre. 

— ¡Qué, qué! ¿Cómo es posible?

— Vaya, no le agrada joven Pineda. — me dice asombrado.

— ¿Lo dije en voz alta, o lo pensé?

Creo que sí lo dije y en voz muy alta. Mis compañeros están muertos de la risa. Esto no puede ser real. Las clases de dibujo son las mejores. Las que más me gustan. Lo único que vale la pena en este mugroso Instituto. ¿Y ahora? 

— No se preocupe joven Pineda, — me interrumpe el director —  usted seguirá sacando buenas calificaciones, aunque sea sólo en esta materia. Bueno, eso espero. A partir de hoy la clase la impartirá la señorita Charlotte. Sé que no están acostumbrados a que una dama les de clases, sin embargo, esta vez hicimos una excepción. El nivel profesional de Miss Charlotte es de lo más exquisito. Su talento es superior al de muchos de sus colegas.

Todos asombrados miramos hacia la puerta. Lo primero que veo es a un ángel llegando al marco de la puerta. Se me cae la baba. Los rayos del sol iluminan la silueta de su esbelta figura. ¡Me he enamorado! ¡Que hermosa mujer! Estoy hipnotizado. Veo que ella pasa al frente, mientras el director le da la bienvenida. No escucho nada, sólo veo su hermoso rostro juvenil, su brillante piel blanca como la leche y un cabello tan oscuro que hace que sus bellos ojos marrón tengan un brillo que me invita a vivir en un mundo de ilusión.

Mientras yo sueño despierto, veo que el director me señala y Miss Charlotte me mira y sonríe un poco. ¡Caray, que bella mujer!

Estoy derretido sobre mis brazos en la paleta de la silla. De pronto una bola de papel golpea en mi cabeza y rebota a la paleta cayendo bajo mis manos. Volteo enojado hacia atrás, ¿quién demonios es el idiota que me despertó? Veo que algunos ríen cubriéndose la boca. Uno de ellos me hace señas con la mano. ¿Qué abra el papel? Que raro. Lo desenvuelvo y al leer el contenido me pongo rojo, o morado, yo que sé. 

— ¡No soy un degenerado! — vuelvo a hablar en voz alta.

— ¿Perdón? Joven Pineda, ¿le pasa algo? — Miss Charlotte, se ha dado cuenta.


¡Diablos! ¿Por qué me pasa esto a mí?


(Continuará...)


'Sueños Recurrentes' © 2014 y 2015 Yonshesko Blandela/ Franko Yoshua Pineda 
Foto: 'Le voyage' de Anja Stiegler

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